jueves, 2 de noviembre de 2017

Los arquetipos chamánicos (Parte 2/4)

En el artículo anterior de esta serie descubrimos el arquetipo del guerrero, ese poder que llevamos dentro que nos permite la autoexpresión, la fuerza y el coraje de perseguir nuestras metas, de manejar nuestro propio poder. Una vez empoderados podemos utilizar esta fuerza para hacer emerger el arquetipo del sanador.

EL SANADOR: Gratitud y Corazón

El sanador abre sus brazos al amor y a la gratitud. También muestra aceptación de las habilidades propias o ajenas. Y siempre tiene palabras amables, de aliento y de reconocimiento para el talento, carácter o apariencia externa de los otros.

El modo en que este arquetipo reclama atención a través de aspectos sombríos es el descuido de la salud y bienestar personal. Cuando no escuchamos al sanador interno caemos en hábitos contrarios a la vitalidad, generalmente adicciones que abren la puerta a la enfermedad y el malestar.

El arquetipo del sanador es una estructura mítica universal, que experimentamos todos los seres humanos.  Entre las culturas indígenas el sanador representa el principio de prestar atención a lo que tiene corazón y sentido.

Tradicionalmente se reconoce que el poder del amor es la fuerza curativa más importante que disponemos los seres humanos. Por eso los sanadores eficaces, de cualquier cultura son los que abren sus brazos al amor, es decir, al reconocimiento, a la aceptación, a las cosas válidas y a la gratitud.

Como también tienen una pericia natural para practicar el arte del reconocimiento, reconocen plenamente que los mayores rencores, sólo son amor no expresado.

No olvidemos que situar el ocio y el descanso en el centro de nuestra vida es lo que nos permitirá mantenernos jóvenes.  Por lo tanto el ocio no es un privilegio sino una virtud. No es el privilegio de unos pocos que pueden permitirse tener tiempo, sino la virtud de todos los que están dispuestos a conceder tiempo a lo que lleva tiempo: dar a cada tarea el tiempo que necesita.

Existen cuatro adicciones básicas que engloban todas las demás:
  1. Adicción a la intensidad. Fomenta hábitos destructivos para sustituir la sensación de aburrimiento por la de estar vivos.
  2. Adicción a la perfección. Vuelve a las personas rígidas e intolerantes con los errores propios o ajenos.
  3. Adicción a la necesidad de saber y controlar todo compulsivamente. Convierte al individuo en alguien desconfiado y arrogante.
  4. Adicción a lo que no funciona. Se muestra en una tendencia a exagerar las experiencias negativas y aferrarse a ellas.

Pasos para recorrer la senda del Sanador
  • Poner el corazón en los quehaceres cotidianos. Muchas culturas aborígenes creen que el corazón es el puente entre el Padre Cielo y la Madre Tierra. Estas tradiciones describen el corazón de cuatro compartimientos, como pleno, abierto, claro y fuerte. Por eso debemos comprobar su estado, preguntándonos: ¿ Tengo hoy el corazón pleno, abierto, claro y fuerte? o ¿a medias, cerrado, confuso y débil? Si no nos sentimos con fuerza es porque nos falta coraje para ser auténticos.
  • Experimentar los seis tipos de amor universal. Para mantener sanos los cuatros compartimientos de nuestro corazón, debemos explorar y abrirnos a los distintos tipos de amor universal: amor entre compañeros y amantes; padres e hijos; colegas y amigos; amor profesional entre maestro y estudiante; terapeuta y cliente; a uno mismo y amor universal o espiritual. Todos estos tipos de amor son puertas que nos permiten acceder a la sanación. Una visión equilibrada de ello nos invita a un viaje hacia la totalidad que dura toda la vida.
  • El principio de reciprocidad:  La sanación implica la capacidad de dar y recibir equilibradamente y la habilidad de conectar. Logrando este equilibrio, mantendremos una justa relación con la Naturaleza y por ende una justa relación con nuestra propia naturaleza.
  • Visión equilibrada. Sentir estas formas de amor prepara a la persona para comprender que la sanación requiere actitudes como recordar lo que hemos olvidado sobre la conexión de las cosas vivientes y no vivientes; abrazar lo que más tememos; abrir lo que está cerrado y ablandar lo duro; experimentar lo divino; creatividad, pasión y amor; aprender a confiar en la vida y mantener un equilibrio entre el dar y el recibir.

Actos de poder para dar luz al Sanador Interior
  • Meditación. Dedicar entre cinco y diez minutos diarios a la técnica del “acunamiento”. Tumbado y con las manos sobre el corazón, izquierda encima de la derecha, hay que reconocer los propios talentos, el amor que se ha dado o recibido y concentrarse en el propósito de desarrollar la autoestima. La postura de la meditación tumbada es la más curativa que el cuerpo puede asumir, pues la asocia con el descanso y con el bienestar que procede del dar y recibir amor.  Ponemos al cuerpo en su “canoa del espíritu”, se abre a su guía interna y recibe la sanación.  Muchas sociedades chamánicas creen que mientras estamos en nuestra “canoa espiritual”, el gran Espíritu, los antepasados y los aliados ayudantes nos revelan lo que necesitamos en ese momento para nuestra guía y sanación. En la práctica de la meditación tumbada, honramos este tiempo a lo sagrado y nos dedicamos a desarrollar el sanador interno.  Tumbados en el suelo, con los ojos abiertos y suavemente enfocados en un punto lejano.  Un brazo descansa en paralelo a nuestro cuerpo y el otro doblado por el codo, con el antebrazo perpendicular al suelo.  El antebrazo elevado nos impedirá dormir; si ello ocurre, el brazo te despertará al caer al suelo o sobre tu cuerpo. En esta postura nos conectamos con la energía curativa, nutricia, amorosa y reconfortante que reside dentro nuestro y con la guía divina sanamos nuestras partes heridas. También desarrollamos la autoestima y cuidamos de nosotros mismos, en la misma forma que debemos cuidar a los demás. En el trabajo de acunamiento se dedican entre cinco y diez minutos a honrar al gran ser que somos y a recordar la profunda interconexión que sustenta y vincula a todos los seres. Tumbados en el suelo, se coloca la mano derecha sobre el corazón y la izquierda sobre la derecha (las manos simbolizan la sanación). En esta postura se reconocen los puntos fuertes y talentosos, lo mejor de nuestro carácter, las contribuciones efectuadas, el amor dado y recibido; identifica las heridas, las historias personales vinculadas a algún suceso traumático, y se ofrece al cosmos para que la trasmute y poder olvidarse de ellas.
  • Instrumento musical. Tocar el tambor. Su sonido imita los latidos del corazón y facilita su purificación. También ayuda a entrar en un estado de conciencia favorable para buscar guía espiritual. El trabajo del viaje y el tambor es una práctica chamánica, que nos permite acceder a la información que emana de nuestro  “Yo Sagrado” o “Divino”. Gracias a la guía sonora del tambor (ritmo rápido, generalmente, entre cuatro y siete ciclos por segundo), se entra en un estado alterado de conciencia. Cuando nos embarcamos en un viaje de este tipo, nos abrimos a la posibilidad de apartar los obstáculos y todo aquello que nos impide dar y recibir amor.  Esta práctica se usa para desarrollar un corazón pleno, fuerte, abierto y claro.  También provoca el alineamiento entre la frecuencia de nuestras ondas cerebrales y los estímulos auditivos externos, y esta armonización puede reequilibrar el sistema nervioso central.
  • Bailar. Los indígenas danzaban puesto que el ritmo es el alma de la vida, porque todo el universo gira a su alrededor, por eso cuando perdemos el ritmo, perdemos la alegría y ahí es cuando tenemos problemas.  También porque facilita la aparición de imágenes de contenido ritualista y ceremonial.
  • Practicar los ocho principios sanadores universales. Llevar una dieta equilibrada; realizar ejercicio físico; reservar tiempo para divertirse, jugar y reír sin perder el sentido del humor; escuchar música; recitar cantos y contar historias que transmitan valores éticos; sentir amor y contacto físico con otras personas; desarrollo de intereses, aficiones y proyectos creativos; pasar tiempo en la naturaleza, la belleza y entornos sanadores; cultivar la fe y creer en lo sobrenatural. Son los más usados por la mayoría de las culturas, aseguran salud y bienestar. Cuando no atendemos plenamente a estos principios nos encontramos en el lado sombrío del arquetipo del sanador. Estudiemos estos ocho puntos y evaluemos en qué casos descuidamos la salud. Siendo honestos con nosotros mismos equilibraremos nuestras energías y recuperaremos el sanador interno. Hay que recordar que el amor es siempre uno de los más claros ejemplos, del doble instinto que nos hace que cada día profundicemos más dentro de nosotros mismos y, al mismo tiempo, emerger de nosotros mismos para realizarnos en el otro: muerte y re-creación.
  • Animales de poder. Los sanadores están vinculados en general a los cuadrúpedos, renos, ciervos, caballos, vacas… Pero, además, han de estar en íntima conexión con la naturaleza y los árboles. Por ejemplo, cada primavera, algunos pueblos aborígenes ofrecen sus cicatrices y heridas, físicas o del alma, a un árbol para que las sane. Y hacen la promesa de no volver a hablar de ellas. Según la tradición chamánica, podemos visitar el mundo de arriba en el que encontramos lugares mágicos, maestros importantes y experiencias que nos elevan y expanden. También viajamos al submundo, en el que los aliados ayudantes y los animales de poder nos fortalecen para que podamos afrontar con coraje nuestros desafíos y el mundo intermedio, es lo que llamamos la realidad: el mundo externo de la salud, las finanzas, el trabajo, la creatividad y las relaciones.
  • Contar historias.  Las culturas indígenas reconocen que contar historias puede reformar la experiencia de un individuo, su historia personal.  Muchos chamanes y curanderos son narradores consumados. Se les suele llamar ”los que cambian de forma” pues, a veces, hasta incluso cambian su propio aspecto físico. Cuando realizamos un viaje de estos, lleguemos al lugar que lleguemos, tengamos en cuenta que es el lugar exacto  que necesitamos para convertirnos en nuestros propios sanadores y maestros.  Si no ocurre nada durante el viaje es un momento de espera e integración; literalmente, es el momento de no hacer nada.

¿Has integrado ya la senda del guerrero y del sanador? todavía te quedan 2 más por descubrir. No te pierdas los próximos artículos.

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