jueves, 4 de agosto de 2016

Los macrófagos y su importante misión

Los macrófagos son células de gran tamaño que hacen parte del sistema inmunológico. Comparadas con las demás células tienen el tamaño intimidante de King Kong, tienen 16 veces el volumen de las células de tamaño normal. Están dotadas hasta los topes con un enorme conjunto de sistemas de alta tecnología programada para un propósito singular: Acabar con el enemigo lo más rápido y eficientemente como sea posible. A esto le llamamos "capacidad tumoricida."

Función que cumplen los macrófagos.

Cuando no está nadando en la corriente sanguínea, el macrófago se encoge de tamaño, hace brotar alrededor de diez patas para desplazarse lentamente en el interior de los tejidos.

En su deambular el macrófago se arrima al “invasor” (por ejemplo, un virus o una célula cancerosa), rápidamente lo identifica como enemigo lo rocía con haces de radicales libres y le fríe la membrana, luego lo engulle y lo digiere.

Si el enemigo está lejos, o tratando de escapar, el macrófago lo persigue. Forma unos largos, finos y pegajosos tentáculos como unos espaguetis con los cuales lo envuelve y lo atrapa en un irrompible estrangulamiento.

Es un proceso conocido como fagocitosis, en el cual el macrófago envuelve a su víctima, la sofoca, y luego la encierra en un pequeño quiste similar a una burbuja (llamado fagolisosoma) dentro de su citoplasma. El fagolisosoma entonces segrega un cóctel de radicales libres y enzimas corrosivas que digieren rápidamente a la víctima y la reduce a sus partes componentes (aminoácidos, ácidos nucleicos, ácidos grasos, etc.).

El macrófago luego expulsa estos residuos en el líquido intercelular.

Como los restos de virus y células cancerosas expulsados por los macrófagos son componentes fundamentales de las células, el cuerpo los reutiliza para construir nuevas células sanas.

Puede ser increíble que este complejo y violento escenario se desarrolle en nosotros millones de veces.

Las armas más importantes de los macrófagos.

1- Pseudopodos.

Dijimos que los macrófagos para desplazarse forman de su cuerpo unas patas que por lo general son cortas con las cuales realizan un “paseo” a lo largo de la pared interna de los vasos sanguíneos.
Pero cuando de perseguir y agarrar a los fugitivos se trata, forman unas patas o pseudópodos (“falsas piernas”) más largos que extienden hacia afuera a distancias relativamente grandes y en número tal que pueden conformar una red que se enreda alrededor del enemigo y lo atrapa.

2- Fagocitosis y formación del fagolisosoma.

Una vez que el macrófago ha atrapado a su víctima con los pseudópodos, sigue un proceso envolvente. Las membranas externas de los pseudópodos más cercanas a la célula microbiana o cancerosa se fusionan entre sí para que la víctima esté completamente aprisionada y pueda ser introducida en una pequeña burbuja que forma dentro de su citoplasma. Esta burbuja o cápsula se llama FAGOLISOSOMA (“Fago" significa "comer", “liso" significa "digerir", y "soma” significa “célula o cuerpo”.

A continuación, la membrana que forma la pared interna del fagolisosoma dispara rayos mortales en su presa capturada (sólo para asegurarse de que está muerta), y procede a digerirlo con una serie de enzimas corrosivas. 

3- Emisión de rayos mortales de electrones o “Explosión oxidativa”.

El arma de los macrófagos, que más llama la atención es la “explosión oxidativa”, también conocida como “estallido respiratorio”, de tan increíble sofisticación que no tiene nada que envidiarle al sable laser o de luz de Darth Vader, personaje de la película “El imperio contraataca” de la saga “La Guerra de las Galaxias.”

Una enzima en la membrana externa del macrófago, llamada NADPH oxidasa, lanza un rayo de electrones altamente reactivos que semejan al rayo de la muerte del personaje de La Guerra de las Galaxias (Darth Vader) o nos hacen recordar a los viejos televisores con tubos que dirigían un haz de electrones que golpeaban en la pantalla y esta se iluminaba creando una imagen.

Del mismo modo, la enzima DAPH también emite un haz de partículas de electrones dirigido a destrozar en pedazos las células cancerosas y los microbios.

Como el haz de electrones emerge de uno en uno, salen con el afán de buscar otro electrón para hacer un par estable (esto sucede en nanosegundos). Se inicia así una reacción en cadena de robo de electrones desencadenada por la explosión oxidativa que vaporiza literalmente las paredes de las células cancerígenas o de los virus. De esta forma, los patógenos sin membrana, se caen a pedazos derramando su contenido. Sin una membrana externa intacta, una célula de cáncer no puede sobrevivir por mucho tiempo.

Esta explosión oxidativa o emisión del rayo de electrones solo ocurre cuando el macrófago entra en contacto cercano e inmediato con el “enemigo”.

Cuando se emite el haz de rayo de electrones, estos buscan rápidamente las moléculas de oxigeno (O2) o de cloro (Cl) presentes en todas partes del cuerpo (onmipresentes), y le roban un electrón que necesitan para hacer una pareja estable.

A la molécula de oxigeno ahora le falta uno de sus electrones, con lo que se convierte en un violento radical libre conocido como “superóxido” (O2-), que hará hasta lo imposible para conseguirlo, así tenga que destruir todo a su paso. Lo que destruirá, para fortuna, será al virus, a la bacteria o a la célula cancerosa que nuestro macrófago haya agarrado con sus pseudópodos.

Los electrones y superóxidos libres también desencadenan reacciones en cadena que forman otras especies de radicales libres reactivos.

Uno de ellos es el ácido hipocloroso (HClO), que se forma por la oxidación de los omnipresentes átomos de cloro.

De esta forma, la actividad de los macrófagos forma una sopa tóxica de agentes oxidantes o radicales libres que pueden hacer un tremendo daño a nuestros enemigos. Literalmente, esta sopa de tóxicos es perfecta para freír los microbios y células tumorales.


¿Porqué estos radicales libres no dañan células sanas?

Es lógico que nos preguntemos porqué nuestras propias células (sanas) no son dañadas por esta cantidad de tóxicos generados por los rayos de los macrófagos.

Bueno, esto no sucede porque tenemos un escudo protector que impide que los electrones libres y los radicales libres dañen nuestras propias células. Este escudo Se llama SOD (superóxido dismutasa) que es una enzima (una molécula de proteína grande) que se especializa en la neutralización de superóxido y otros radicales libres antes de que puedan dañar nuestras propias células. Para la máxima protección, SOD se ubica justo al lado de las proteínas del generador rayo de la muerte de NADPH en la pared exterior de células (o membrana) de nuestros macrófagos.

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