viernes, 1 de diciembre de 2017

El efecto Akrasia: Por qué no terminamos lo que empezamos

En el verano de 1830, Víctor Hugo se enfrentaba a una tarea imposible: doce meses antes, el famoso autor francés había aceptado un acuerdo con su editor para escribir un libro titulado El jorobado de Notre Dame. En vez de escribir el libro, Hugo se pasó el año entero enfocándose en otros proyectos, compartiendo con invitados y posponiendo el trabajo indefinidamente. Su editor estaba frustrado por su procrastinación constante y terminó por imponerle una fecha límite, improbable de  alcanzar: Febrero de 1831… en menos de seis meses.

Hugo desarrolló un plan para controlar su procrastinación. Recogió todas sus ropas y las encerró bajo llave; se quedó solo con un chal grande. Al no tener ninguna ropa adecuada para salir, ya no tenía la tentación de abandonar la casa y distraerse. Su única opción era quedarse allí y escribir.

La estrategia funcionó; permaneció en su estudio cada día y escribió furiosamente durante el otoño e invierno de 1830. El jorobado de Notre Dame fue publicado dos semanas antes de la fecha pautada, el 14 de enero de 1831.

El antiguo problema de Akrasia

Los seres humanos hemos estado procrastinando por siglos. Hasta los artistas prolíficos como Víctor Hugo no son inmunes a las distracciones de la vida diaria; el problema es tan antiguo que los filósofos griegos como Sócrates y Aristóteles desarrollaron una palabra para describir este tipo de comportamiento: Akrasia.

Akrasia es el estado de actuar en contra de tu buen juicio. Ocurre cuando te pones a hacer algo cuando bien sabes que deberías estar haciendo otra cosa. Traducido libremente, podríamos decir que akrasia es la procrastinación o la falta de auto-control.

Akrasia es lo que te impide terminar lo que te has propuesto hacer.

¿Por qué Víctor Hugo se comprometería a escribir un libro y luego lo pospondría por más de un año?

¿Por qué planificamos, nos fijamos un tiempo límite y nos comprometemos con objetivos, pero no logramos cumplirlos?

Por qué planificamos pero no actuamos

Una explicación del por qué akrasia domina nuestras vidas y la procrastinación termina por afectarnos, tiene que ver con un término de economía del comportamiento llamado “Inconsistencia Temporal”, que se refiere a la tendencia de nuestro cerebro a favorecer las gratificaciones inmediatas y valorarlas mejor que las recompensas a largo plazo.

Cuando haces planes de cualquier tipo – como fijarte un objetivo de perder peso, escribir un libro o aprender un idioma – estás haciendo planes para tu ‘yo’ futuro. Estás forjándote una visión de lo que quieres que sea tu vida en el futuro, y cuando piensas así es fácil para tu cerebro apreciar el valor de entrar en acción para beneficiarte a largo plazo.

Pero cuando llega el momento de tomar una decisión, ya no estás pensando como tu ‘yo’ futuro. Ahora estás en el presente y tu cerebro tiene que pensar en este instante; y tu ‘yo’ presente realmente quiere la gratificación instantánea. No quiere esperar meses o años para sentirse bien.

Ésta es una de las razones por las que puedes irte a dormir con una fuerte motivación hacia un cambio en tu vida, pero cuando despiertas te encuentras regresando a tus antiguos patrones.

La habilidad de posponer la gratificación es un indicador fiel del éxito; entender cómo resistir la seducción de la gratificación instantánea (Al menos ocasionalmente), puede ayudarte a construir el puente entre donde estás y donde quieres estar.

El modelo de pensamiento que necesitas para vencer a la procrastinación

Hay tres formas de superar la akrasia:

1.- Diseña tus acciones futuras

Cuando Víctor Hugo encerró sus ropas para poder enfocarse en la escritura, estaba creando lo que en psicología se conoce como “Recurso de Compromiso”; son estrategias que te ayudan a mejorar tu comportamiento añadiéndole obstáculos o aumentando el costo del proceder indeseable y al mismo tiempo reduciendo el esfuerzo de emprender los que quieres cultivar.

Podrías controlar tus hábitos alimenticios comprando la comida en paquetes individuales, en vez de empaques más grandes. Puedes reducir el tiempo que desperdicias en tu teléfono borrando las apps sociales y los juegos. Puedes reducir las probabilidades de saltar de canal en canal de tv a altas horas de la noche, desconectando el decodificador a partir de cierta hora. Puedes voluntariamente añadirte a la lista negra de sitios de apuesta en línea para evitar la tentación de apostar.

En el lado positivo, puedes acumular un fondo de emergencia configurando una transferencia mensual fija a tu cuenta de ahorros.

Todos estos son recursos de compromiso.

Las circunstancias pueden cambiar, pero el mensaje es el mismo: los recursos de compromiso pueden ayudarte a diseñar tus acciones futuras. Encuentra formas de automatizar tu comportamiento con antelación, en vez de estar confiando en tu fuerza de voluntad al momento.

Sé el arquitecto de tus futuras acciones y no la víctima de ellas.

2.- Reduce la fricción de comenzar

¿Por qué seguimos procrastinando? Porque el problema no es estar trabajando, el problema es ponernos a trabajar. La fricción que nos frena a entrar en acción usualmente está centrada alrededor de comenzar lo que queremos hacer.  Una vez que empezamos, generalmente es menos fastidioso terminar. De allí que es más importante cultivar el hábito de empezar una tarea, cuando estás diseñando un nuevo comportamiento, en vez de preocuparte si tendrás éxito o no.

Debes constantemente reducir el tamaño de tus hábitos; descomponerlos en sus piezas más pequeñas. Pon todo tu esfuerzo y energía en hacerte un ritual y haz que sea tan fácil como sea posible comenzar. No te preocupes por los resultados hasta que hayas dominado el arte de ‘hacerte presente’.

3.- Define tus intenciones en un tiempo y espacio determinados

Diseñar tus intenciones es fijar un comportamiento específico, en un lugar y tiempo determinados. Por ejemplo, “Voy a ejercitarme por al menos 30 minutos el [fecha], en [lugar], a las [hora].”

Puede parecer sencillo decir que con tan solo agendar las cosas con antelación se puede hacer la diferencia; pero como lo hemos expuesto en otros artículos, el diseñar tus intenciones aumenta entre dos y tres veces las probabilidades de cumplirlas en el futuro.

Una consideración final

Nuestro cerebro prefiere las gratificaciones instantáneas en vez de las recompensas a largo plazo; es simplemente el resultado de cómo funciona nuestra mente. Gracias a esta tendencia, usualmente debemos recurrir a estrategias estrafalarias para terminar lo que nos proponemos, pero el desarrollar la habilidad de planificar nuestro comportamiento es indispensable si nuestras metas son importantes para nosotros.

Aristóteles acuñó el término enkrateia como el antónimo de akrasia. Mientras que en ésta última nos rendimos a la procrastinación, la primera significa “Tener poder sobre sí mismo”.

Diseñar tus acciones futuras, reducir la fricción de desarrollar comportamientos provechosos y enfocarte en tu intenciones, te facilitará alcanzar tus propósitos, cualquiera que ellos sean.

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